Jueces 4:1-4 «Cuando murió Aod, los hijos de Israel volvieron a hacer lo malo ante los ojos del SEÑOR. 2 Y el SEÑOR los vendió en mano de Jabín, rey de Canaán, que reinaba en Hazor. El comandante de su ejército era Sísara, que vivía en Haroset-goim. 3 Y los hijos de Israel clamaron al SEÑOR, porque aquél tenía novecientos carros de hierro y había oprimido duramente a los hijos de Israel por veinte años. 4 Débora, profetisa, mujer de Lapidot, juzgaba a Israel en aquel tiempo»
¿Qué había en Débora que llamó la atención a la mirada de Dios? Ella se había preparado en su vida espiritual en la vida secreta.
Débora marcó un antes y un después para la mujer en aquellos tiempos, era judía, era casada, eran 3000 años atrás… fue un especie de Juana de Arco en la antigüedad.
Débora fue el cuarto juez en la historia de Israel, y la tercera mujer profetisa (después de Miriam y Raquel), y libró a su pueblo en contra de toda desventaja.
El libro de Jueces cubre unos 325 años, desde que los israelitas entraron a la Tierra Prometida, y habían muerto Josué y los ancianos, y las 12 tribus se habían dispersado en la tierra. El pueblo cayó en rebeldía, adoraban a otros dioses y se mezclaron con tribus paganas. Esto ciclo ocurrió seis veces en Jueces. El pueblo quedó invadido, saqueado, sin cosechas, las mujeres eran raptadas, vivían en cuevas, sin animales.
En 2 Crónicas 16:9 leemos: «Porque los ojos del SEÑOR recorren toda la tierra para fortalecer a aquellos cuyo corazón es completamente suyo.»
Débora fue elegido porque era una mujer consagrada. La palabra consagrar en hebreo viene de dos palabras: naver (separado de) y kadesh (separado hacia). Hoy estas dos cosas siguen vigentes para nosotros. Nos separamos “de” y nos separamos “hacia”. El nombre de Débora significa abeja, o reina abeja, traía la miel, pero también traía el pinchazo si era necesario.
Es interesante que vivía entre dos pueblos, Ramá y Betel, en el valle de Efraín. Ramá (que significa altura) era un pueblo conocido por la inmoralidad, mientras que Betel era el lugar donde Jacob había tenido su encuentro con la escalera al cielo. Efraín significa lugar fructífero, Betel significa casa de Dios.
Somos llamados a separarnos “de” y nos separamos “hacia”…
Los cinco roles de Débora:
- Intercesora. Ella estaba casada con Lapidot, que significaba lámpara, luz. La adoración no es sólo lo que hacemos en la iglesia sino que es símbolo de nuestro servicio consagrado.
- Jueza. Aod fue el tercer juez de Israel, y cuando murió Israel quedó a la deriva y llamaron a Débora. Fue la única jueza mujer, y fue jueza por 40 años, sentada bajo la palmera, símbolo de justicia. Gran responsabilidad viene con gran autoridad.
- Profetisa. Ella tenía sabiduría y revelación. Samuel fue el único otro juez que fue profeta.
- Madre de Israel. Ella amaba mucho, y también sufría por su pueblo. El espíritu de madre convoca, agrupa, une.
- Libertadora. Fue usada por Dios para librar a Israel de la segunda cautividad más larga que tuvo Israel. Fue a la guerra con el general Barac y 10.000 soldados, lo cual no era mucho, para obtener la victoria. Salió de debajo de la palmera y se puso en el rol de general.
Débora fue una mujer de sus tiempos, preparada para hacer lo que fue necesario.
Hoy somos llamados todos a estar en esa brecha, entre Ramá y Betel, entre el mundo y las cosas de Dios. Allí en el medio, en el valle de Efraín, somos fructíferos. Ese es nuestro equilibrio. No totalmente en el mundo, no totalmente en la iglesia.
Hay tres niveles de hacer el bien:
- Por obligación, como los niños.
- Por solidaridad.
- Porque es bueno y útil hacer el bien.
Desafío: ser luz y sal en nuestros tiempos. Como Débora, seamos personas de intercesión, justicia, revelación y sabiduría, tengamos corazón sensible pero también funcionemos como libertadores. Hagamos el bien, hagamos cosas para marcar la diferencia.